Marcelo Campos, Socio Director de Acuasesorías Ltda. y Asesor Técnico de Acotruch A.G. Foto: Salmonexpert.

La política del avestruz debe llegar a su fin

*Columna de opinión para Salmonexpert de Marcelo Campos, Socio Director de Acuasesorías Ltda. y Asesor Técnico de Acotruch A.G.

Los recientes acontecimientos, que han hecho noticia porque estarían afectando nuestro patrimonio ambiental y sanitario, no pueden dejar indiferente a nadie. No se trata de hacer leña del árbol caído, ni tampoco vanagloriarse obteniendo beneficios a costa de errores o malas prácticas, sean éstas voluntarias o involuntarias. Independientemente de los resultados de la investigación que realizará la autoridad fiscalizadora y de las sanciones que se puedan aplicar conforme a nuestro marco jurídico, hechos como adulteración de cifras de mortalidad y ocultamiento de efectos ambientales, nos debe llevar a todos a una necesaria reflexión.

Ha llegado el momento que la “política del avestruz” que se ha aplicado por años, llegue definitivamente a su fin. Ante las continuas acusaciones de la comunidad y particularmente de algunos ambientalistas respecto a los efectos de la salmonicultura, por una parte, la industria ha hecho oídos sordos no enfrentando los problemas con un respaldo científico y técnico y, por otra, la autoridad no ha asumido la defensa ni compromiso con una actividad que genera desarrollo y divisas.

No hay duda de que cada uno de los actores sectoriales tiene un rol específico, con obligaciones y responsabilidades que deben cumplirse a cabalidad. A su vez, la comunidad toda no debe limitarse a destacar sólo los impactos negativos de la salmonicultura, sino que también debe reconocer los que se le provocan a ésta. Asimismo, es preciso hacer conciencia respecto a los impactos positivos, que son muchos más de los que se piensa a un simple análisis.

Es preciso que la industria interactúe más con la comunidad nacional, para que ésta a modo de “Licencia Social para Operar”, entienda y comprenda la trascendencia de la salmonicultura. Sin duda, siempre tendremos diversos niveles de aceptación y de aprobación, pero a lo que no podemos ni debemos llegar es a un absoluto rechazo o descalificación de la salmonicultura. Los errores de uno o unos pocos no pueden afectar la fe pública y el accionar probo y eficiente de la mayoría.

Los cambios en la administración de las empresas salmonicultoras o de las autoridades en los organismos sectoriales son sólo un maquillaje que no afecta en nada el quehacer de la industria, si no se producen modificaciones profundas en el cumplimiento de acuerdos de producción limpia y códigos de buenas prácticas, como asimismo reformas legales y reglamentarias que sean acordes con las actuales características y requerimientos de la acuicultura.

La industria salmonicultora entrega importantes fuentes de trabajo tanto directo como indirecto. Los que desempeñan las tareas más indirectas son quienes más les cuesta comprender que su trabajo existe y persiste únicamente por la presencia de una actividad principal demandante de variados y múltiples productos y servicios, como lo es la salmonicultura. Numerosos oficios y profesiones tienen cabida en nuestra sociedad debido al empuje que la salmonicultura entrega al desarrollo regional y nacional. Incluso, hasta los detractores de la salmonicultura, probablemente sin darse cuenta de ello, tienen trabajo y tribuna precisamente por la existencia de esta actividad. Ante esta irrefutable realidad, cabe preguntarse: ¿Cuál sería la tasa de empleabilidad y de ingresos si en Chile no existiese salmonicultura? ¿Existe otra industria con similar potencialidad social y económica que genere menos impactos negativos?

Lo más trascendente es que la comunidad y particularmente las poblaciones locales con centros de cultivos, se identifiquen con la salmonicultura, siendo sus principales defensores y promotores. Que no se avergüencen de pertenecer o ser partícipes de esta industria; muy por el contrario, tendrían que sentirse orgullosos de ésta y esto transmitirlo a las nuevas generaciones. Cuán importante es que las familias y especialmente los niños de los trabajadores de la salmonicultura se identifiquen con el trabajo de sus padres y -por qué no decirlo- entre sus juguetes preferidos tengan un “salmón de peluche”.

Es un deber de todos posicionar el término “Salmón” como marca país. Esto, aparte de generar una identidad nacional, especialmente en la zona sur austral de Chile, debería contribuir a nuestro posicionamiento internacional como país marítimo.

De esta manera, elementos como creencias, tradiciones, símbolos, valores y modos de comportamiento, funcionan como cohesionadores y fundamentan los sentimientos de pertenencia que todos los chilenos debemos tener con relación a la salmonicultura. Somos los segundos productores a nivel mundial y debemos sentirnos orgullosos de ello.

De igual forma, es importante trabajar en términos de revertir las faltas de confianzas y de credibilidad, lo mismo que velar por un mayor compromiso de todos los sectores de la ciudadanía y la efectiva tanto ejecución como difusión de las iniciativas de investigación.

Todas estas ideas no son para excusar los errores ni menos amparar irregularidades, sino que tienen como propósito remover las conciencias de todos los connacionales para un actuar ético, cohesionado, comprometido, responsable y sustentable.