Mitos y verdades de la salmonicultura
Mitos y verdades en torno a los escapes de salmones en Chile
La Dra. Doris Soto, desmiente afirmaciones que minimizan los riesgos ambientales, sanitarios y la recurrencia de estos episodios, subrayando la urgencia de fortalecer la gestión preventiva en el país.
Tras el reciente escape masivo registrado el 3 de octubre en Calbuco, la Dra. Doris Soto Benavides, investigadora y referente internacional en ecología de sistemas acuáticos, experta en el tema de escapes y autora de la nota publicada por Centro Incar sobre la problemática de estas fugas, respondió a una serie de afirmaciones que circulan en el debate público.
Frente a la idea de que “los escapes afectan al medio ambiente sólo cuando existen residuos orgánicos como vísceras o restos de alimento”, la científica es categórica:
“Ese argumento es falso. Los residuos orgánicos tienen sus propios impactos, pero los escapes generan efectos ecológicos completamente distintos”. Depredación, competencia, riesgo de establecimiento de especies no nativas y la posible transmisión de patógenos al medio natural. Son procesos diferentes y ambos deben ser considerados en un marco ecosistémico.
Esto se alinea con lo expuesto en la nota publicada por INCAR “Avance del conocimiento y políticas públicas para abordar la permanente problemática del escape de salmones de cultivo”, donde Soto y coautores revisan evidencia nacional e internacional sobre los impactos acumulativos de estos episodios.
Riesgos sanitarios: una amenaza también para la fauna silvestre
Otra afirmación frecuente señala que, si los peces escapados “no se consumen, no hay riesgo sanitario”. La Dra. Soto lo desmiente:
"Si no se consumen los salmonídeos no hay riesgo sanitario directo para las personas. Sin embargo, los salmones pueden portar virus, bacterias y parásitos que se transmiten a organismos silvestres, afectando poblaciones locales y su dinámica ecológica. Este riesgo está ampliamente documentado y puede tener efectos directos sobre la salud humana”.
Además, recuerda que los escapes pueden contribuir a la diseminación de microorganismos resistentes a antimicrobianos, un punto crítico para los objetivos del enfoque One Health.
¿Son de extraña ocurrencia los escapes? “No. Ocurren todos los años con distinta magnitud”, indica la experta.
Ante la afirmación de que un escape como el de Calbuco sería un evento excepcional, Soto explica: “Hay escapes todos los años en Chile, sin embargo, aquellos masivos son los menos frecuentes, aunque sin dudas es un problema recurrente. La evidencia de más de dos décadas lo muestra claramente”.
Bases de datos y publicaciones —incluidas las utilizadas en el artículo de Centro Incar— documentan más de un centenar de episodios desde 2004, sumando millones de peces escapados.
Competencia e interacción con fauna nativa: evidencia concluyente
También se ha sostenido que los salmones escapados “no compiten ni interactúan con especies nativas”. La experta lo descarta:
“Eso es falso. Está demostrado que salmones coho y truchas pueden depredar juveniles nativos, competir por alimento y refugio, e incluso modificar la estructura de comunidades. . En cambio, no tenemos evidencia de impactos por escapes de salmón del Atlántico, especie que tendría menos éxito sobreviviendo en vida libre. Por ello, la magnitud de los impactos depende de la especie escapada, del número de ejemplares y de las condiciones del ecosistema receptor”.
Riesgo para consumidores cuando existe comercio ilegal
Consultada sobre la venta ilegal de salmones escapados, la experta afirma que sí existe riesgo sanitario:
“Si los peces estaban bajo tratamiento farmacológico y entran al comercio sin control, pueden contener residuos de antibióticos o antiparasitarios. Esa ausencia de trazabilidad aumenta el riesgo para las personas”.
Un problema permanente que exige políticas robustas
La Dra. Soto subraya que los escapes continúan siendo una problemática estructural de la salmonicultura chilena:
“Los escapes son un problema permanente, recurrente y con impactos bien documentados. Requieren políticas actualizadas, mejor fiscalización y una gestión preventiva mucho más fuerte que la actual”.
La nota de Centro Incar que coautoró refuerza esta
mirada, resaltando que la solución pasa por integrar ciencia, regulación y
vigilancia, considerando el efecto acumulativo de los eventos en los
ecosistemas del sur austral.