“Síndrome de Avatar”: Fuerzas en conflicto ambiental en industrias como la salmonicultora
El libro de Carlos Martínez detalla los inicios de las campañas en contra del sector, intensificadas al cuestionar de raíz la actividad, con visiones conservacionistas radicales.
Se ha publicado recientemente un libro del cientista político chileno Carlos Martínez, quien se ha dedicado al estudio del pensamiento de las diversas corrientes ambientales, entre los casos analizados está el tema de la salmonicultura.
Bajo el título de “Síndrome Avatar” y con subtitulo de “Génesis de aspectos de la permisología ambiental”, utiliza el film Avatar como una metáfora de los conflictos ambientales y las fuerzas en conflicto y las visiones subyacentes.
El libro así como se inspira en la metáfora del film, se motiva por una carta de 1997 del entonces presidente de la Sofofa Fernando Agüero, a propósito de un artículo en el Wall Street Journal y que decía que el movimiento ambiental estaba desafiando el modelo económico chileno. El empresario advirtió que “una oposición al desarrollo basado en la libre empresa y, por otra parte, una mal entendida idolatría de la naturaleza produce una resultante que se traduce en ideas atractivas para la juventud y la opinión pública. Acciones de las ONGs ambientalistas han tenido por objeto la no realización de los proyectos, en vez de su correcta ejecución [...] No sé cuál será la estrategia del sector empresarial, pero si nos dejamos avasallar por los más radicales de los ambientalistas haremos un grave daño al país, disminuyendo su ritmo de crecimiento y la lucha contra la pobreza”.
El texto trata de profundizar en cómo se ha producido de los años 90 al presente una profundización de estos conflictos y de cómo así hemos llegado al término chileno de “permisología” , analizando las diferentes visiones y propuestas que le han dado forma a esta situación y algunas de las propuestas que han surgido: la fuerte crítica al extractivismo, el promover los derechos de la naturaleza, el decrecimiento como alternativa, las propuestas calificadas de fundamentalismo, y la reciente incorporación de importantes sectores de la Iglesia Católica en Latinoamérica con un discurso crítico por ahora a la minería, pero que promete desplazarse a otros ámbitos productivos.
Según algunos enfoques, la naturaleza aparece como un espacio que debe mantenerse intacto, mientras que la acción humana —especialmente la asociada a la industria, la tecnología y el crecimiento económico— es vista como una amenaza constante. El conflicto se presenta como un choque entre dos mundos incompatibles con intervención humana.
Cuando los problemas ambientales se explican solamente en términos de culpa y daño, de acuerdo con el autor del libro, desaparecen preguntas centrales. Cómo producir energía sin agravar la desigualdad. Cómo proteger ecosistemas sin bloquear toda actividad humana. Cómo usar la ciencia y la tecnología para reducir impactos y corregir errores. El “Síndrome Avatar” tiende a dejar estas preguntas fuera del debate o resolverlo de manera excluyente.
El desarrollo no aparece como algo que pueda orientarse, regularse o mejorar, sino como un problema en sí mismo. De ahí que muchas de las respuestas asociadas a este enfoque se centren en detener, prohibir o rechazar, más que en transformar según cree Martínez.
También se construyen imágenes idealizadas. La naturaleza es presentada como un sistema estable que sólo funciona si el ser humano se mantiene al margen. Las comunidades tradicionales suelen aparecer como figuras sin conflicto ni cambio, más cercanas a un mito romántico que a la realidad. La realidad parece más compleja.
La paradoja es que muchos de los desafíos ambientales actuales requieren precisamente lo que este relato pone en duda: más conocimiento, más capacidad técnica y más coordinación pública. Enfrentar el cambio climático, proteger ecosistemas o mejorar el acceso a energía limpia implica innovación y desarrollo y no cuestiona la necesidad de proteger el medio ambiente. Un relato que enfrenta la acción humana, el uso de recursos naturales y el progreso con la protección y conservación.
Un capítulo está dedicado a la salmonicultura y los inicios de las campañas en su contra, tempranamente, ubicando esto en año 95, y que se intensificó hasta el presente cuestionando de raíz esta actividad, y de cómo se he ha visto enfrentada con visiones conservacionistas radicales. Entrega un detallado cronograma de los inicios de la oposición a esta actividad y la argumentación entregada.
El libro analiza entre otros aspectos las propuestas hechas en la Constituyente rechazada el 2022, que fue calificada como “Constitución Ecológica”, y el origen ideológico y filosófico de éstas: Bio centrismo, Ecocidio, Extractivismo, Buen Vivir.
El rol de las ONG s también es analizado, destacando que en general ellas sostienen parte de sus actividades en un lobby de desastres y una mirada pesimista sobre el desarrollo. Destaca también la mirada apocalíptica que hay en estas posiciones, graficada con muchas citas de representantes del mundo ambientalista.