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Salmón chileno ante un doble frente: aliviar aranceles y corregir la adopción de Inteligencia Artificial

De izquierda a derecha en equipo Deloitte: Manuel Gálvez, Socio Líder de Aqua Culture en Deloitte Chile, Susana Zamora, Socia de Tax & Legal en Deloitte y Jaime Caiceo, Socio Líder de IA & Data en Deloitte.

En un encuentro organizado por Deloitte, mostraron dos factores que hoy tensionan la competitividad del salmón chileno: el impacto de los aranceles en EE.UU. junto a las brechas de inteligencia artificial.

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La auditora Deloitte reunió a representantes del sector acuícola en una  jornada orientada a compartir conocimiento y mejores prácticas en un momento clave para la competitividad del salmón chileno. La actividad, realizada en el Hotel Cabañas del Lago de Puerto Varas, abordó dos ejes que hoy concentran las mayores presiones —y oportunidades— para la industria: por un lado, los crecientes aranceles en Estados Unidos y el potencial de la herramienta FSFE para recuperar márgenes; y por otro, el verdadero estado de adopción de la inteligencia artificial en Chile, donde las empresas avanzan rápido en implementación, pero aún sin capturar el valor prometido.

La primera parte del encuentro fue encabezado por Susana Zamora, Socia de Tax & Legal en Deloitte, quien abrió la conversación con una radiografía del complejo escenario arancelario que hoy enfrenta la salmonicultura chilena en su principal mercado: Estados Unidos, destino de más del 40% del valor exportado por el sector.

Respecto a la importancia de instalar estas temáticas en la salmonicultura, la experta señaló:  “Para una industria que exporta a mercados cada vez más competitivos, estas instancias son esenciales: no solo permiten entender mecanismos arancelarios como el FSFE para reducir costos y recuperar competitividad, sino también conectar esa gestión con el uso inteligente de datos y de Inteligencia Artificial. Cuando ambas miradas se integran, las compañías pueden tomar decisiones más rápidas, precisas y estratégicas, algo clave para seguir disputando espacio frente a competidores como Noruega".

Aranceles en alza, márgenes en baja

Susana Zamora.

El fortalecimiento del enfoque proteccionista estadounidense —que no comenzó con la administración Trump, sino que se arrastra desde varios gobiernos— ha incrementado los costos para los exportadores y presionado los márgenes de una industria que ya opera con altos niveles de competencia global. Este contexto, explicó la experta tributaria, obliga a las empresas a revisar su estructura de exportación y buscar nuevas herramientas que permitan sostener su competitividad sin afectar el precio final en un mercado donde el consumidor puede fácilmente sustituir el producto ante alzas de precio.

Frente a este desafío, Zamora presentó un mecanismo clave —y poco conocido dentro de la industria local— que podría cambiar la ecuación: la First Sale for Export (FSFE). Esta herramienta, vigente desde hace años en la normativa estadounidense, permite declarar como “valor aduanero” el precio de la primera venta en la cadena transaccional, y no el valor final al importador en Estados Unidos. En la práctica, si un productor chileno vende a un intermediario por USD 1.000, y este luego comercializa al importador estadounidense por USD 1.500, la FSFE permite que la aduana calcule el arancel sobre los 1.000 y no sobre los 1.500. El impacto es directo: una reducción inmediata de los costos aduaneros, que puede llegar al 10% del margen de ganancia generado en EE.UU., una cifra altamente significativa considerando los volúmenes que mueve el salmón chileno.

La FSFE cobra especial relevancia en el contexto actual, donde muchos exportadores no pueden trasladar el aumento arancelario al precio final debido a la fuerte competencia de noruegos, europeos y productores locales del mercado estadounidense. Esto significa que el alza de costos termina siendo absorbida por las empresas, erosionando márgenes y reduciendo la capacidad de competir.

Explicación FSFE.

Zamora enfatizó que la herramienta sólo puede aplicarse si se cumplen tres requisitos: buena fe comercial, destino final en Estados Unidos y precios alineados al mercado (principio de plena competencia). Para ello, es necesario revisar la cadena completa —productor, intermediario, importador— e incluso considerar la creación de nuevos intermediarios o la redistribución funcional entre entidades del grupo, para dar sustancia económica y permitir la aplicación correcta del mecanismo.

Un punto clave —y muchas veces mal interpretado en el debate arancelario— es que la aplicación de la FSFE no altera ni pone en riesgo el origen del producto, un factor decisivo para mantener los beneficios o requisitos aduaneros en Estados Unidos. Tal como explicó Zamora, el salmón chileno sigue siendo reconocido como producto de origen chileno, aun cuando exista un intermediario en otro país, siempre que se cumplan las reglas de origen que exige la normativa estadounidense. Esto desmonta temores comunes en la industria respecto a posibles pérdidas de certificación o preferencias, y confirma que la reestructuración de la cadena para aplicar la FSFE no implica desviar físicamente la mercancía ni modificar su naturaleza.

La experta destacó que la FSFE ya está siendo utilizada por competidores directos como Noruega, y que Chile podría obtener beneficios inmediatos si decide implementarla con la estructura y documentación adecuada. En un momento en que los aranceles ya no parecen una medida transitoria, sino una política sostenida, adoptar herramientas como esta podría marcar la diferencia entre mantener o perder presencia en el mercado estadounidense. Deloitte planteó que este diagnóstico debe ir acompañado de procesos más eficientes en la gestión de datos, transparencia en la cadena y un trabajo coordinado entre las áreas operacionales, tributarias y logísticas. Para la salmonicultura chilena, la FSFE no solo aparece como un mecanismo técnico, sino como una oportunidad estratégica para proteger márgenes y asegurar competitividad en su mercado más relevante

“La industria está automatizando la ineficiencia”

Jaime Caiceo.

En una presentación marcada por el llamado urgente a la reflexión estratégica, Jaime Caiceo, Socio Líder de IA & Data en Deloitte, expuso ante representantes del sector acuícola y ganadero, el verdadero estado de adopción de la inteligencia artificial en Chile. “Si bien más del 30% de las grandes compañías del país ya integran IA en sus operaciones, la industria aún no logra capturar el valor prometido por estas tecnologías”, expuso el experto. Según Caiceo, el entusiasmo por subirse al “avión de la IA” ha impulsado inversiones aceleradas, pero también un nivel de ansiedad que está llevando a errores básicos: confundir aumentos de productividad individual con mejoras reales en la productividad organizacional.

El especialista ilustró esta brecha con un ejemplo que capturó por completo la atención del público. Una empresa logró reducir una tarea que tomaba tres días a apenas minutos, un éxito aparente que, sin embargo, no movió ningún indicador financiero. ¿La razón? El proceso al que pertenecía esa tarea solo continuaba su flujo los días lunes por la mañana. Es decir, la eficiencia ganada no tenía impacto alguno en el resultado final. “Estamos automatizando la ineficiencia”, advirtió Caiceo, subrayando la urgencia de mirar procesos completos antes de implementar soluciones tecnológicas.

El contexto global revela por qué la industria se encuentra en este punto de tensión. Las proyecciones hacia 2030 hablan de un aumento potencial de 400% en productividad para trabajadores de transformación, un impacto que coloca a la IA en un nivel de relevancia que ni siquiera alcanzó Internet en su momento. Sin embargo, la realidad no avanza al ritmo de la expectativa: 30% de los proyectos de IA se abortarán antes de fin de año y más del 40% será cancelado en el corto plazo debido a complejidades operacionales, costos inesperados, falta de gobernanza de datos y ausencia de modelos operativos claros.

Pese a este panorama, Caiceo planteó una hoja de ruta concreta para capturar el valor de la IA de manera responsable y sostenible. El primer paso, subrayó, es comenzar por casos de uso centrados en eficiencia, donde los resultados son más visibles y las barreras de adopción más bajas. Luego, avanzar hacia modelos de transformación y, en una fase más madura, reimaginar procesos completos que hoy podrían no tener sentido bajo las condiciones actuales de costos, regulaciones o disponibilidad tecnológica. Para ello, recomendó, la industria deberá fortalecer su gobernanza de datos, preparar a su talento para nuevas competencias, adoptar principios éticos claros y definir modelos operativos que permitan escalar sin caer en los errores que hoy paralizan a buena parte de los proyectos. “La promesa es enorme, pero no se cumplirá sin estrategia. Subirse al barco sin saber a dónde vamos no solo no genera valor: puede hacernos perderlo”.