¿Nos acercamos a una era post-antibiótico?
Por Dr. Cristian Droppelmann Molecular Medicine Group Robarts Research Institute, the University of Western Ontario
Durante más de 70 años, los antibióticos han sido una herramienta esencial en los sistemas de salud del mundo, sirviendo como la primera línea de ataque contra las infecciones bacterianas. Sin embargo, desde el comienzo mismo de la era de los antibióticos, y más dramáticamente en los últimos años, la comunidad médica y científica ha visto con preocupación un fenómeno asociado con su uso, el surgimiento de cepas bacterianas resistentes a ellos, incluidos aquellos antibióticos considerados de último recurso, como la vancomicina; o de última generación, como el ceftalorine (el cual fue aprobado para su uso en EE.UU. el año 2010). Pero, ¿cuál es la causa de este fenómeno? La respuesta corta sería una mezcla entre la naturaleza misma de las bacterias y el factor humano. En lo que respecta al primer aspecto, el desarrollo de resistencia es una respuesta evolutiva natural a la exposición a los antibióticos y, por lo tanto, esperable. Históricamente, el desarrollo de resistencia por parte de estos microorganismos ha estimulado la producción de nuevos antibióticos. Por ejemplo, a principios de los años cincuenta se observó que la resistencia a la penicilina en ciertas cepas de bacterias se había extendido dramáticamente (menos de diez años después de su introducción al mercado). Esto estimuló la generación de las penicilinas semi-sintéticas y el advenimiento de las cefalosporinas. Sin embargo, uno de los mayores problemas actuales radica en que mientras la resistencia a los antibióticos sigue progresando (la evolución no se detiene), la producción de nuevas clases de éstos se ha estancado. La falla para producir nuevos antibióticos, aparentemente, se ha debido al masivo incremento de los costos para desarrollarlos, y a los desafíos técnicos y médicos que se dan actualmente. Un ejemplo es el encontrar nuevas moléculas prometedoras (tarea cada vez más difícil) que superen los exhaustivos ensayos clínicos para probar su efectividad como antibacterianos, sumada a una baja toxicidad en humanos. Desde el punto de vista humano, la diseminación de la resistencia puede ocurrir por el contacto con personas portadores de cepas resistentes (ej. hospitales y viajes) o debido a los mismos tratamientos con antibióticos. Dentro de este contexto, es importante el factor de responsabilidad humana debido al abuso en la prescripción de antibióticos en muchos países y por un uso inadecuado por parte de los pacientes, los cuales no son supervisados ni educados de manera correcta por las autoridades de salud. Finalmente, la adquisición de resistencia puede deberse a fuentes no humanas, como los alimentos (que incluirían especies para consumo humano tratadas masivamente con antibióticos), contacto con animales y el medio ambiente. Se puede visualizar que el problema es real y serio, y habría consecuencias por una falta de acción para mitigar esta creciente amenaza. Poniéndonos en el peor de los escenarios, claramente se podría afirmar que no volveríamos al estado de la medicina anterior a la aparición de los antibióticos, porque aunque la resistencia se extendiera masivamente, esto no va a significar que todas las infecciones bacterianas van a ser resistentes a los antibióticos. Además, muchas infecciones podrían ser controladas a través de buenas prácticas de asepsia y antisepsia o de prevención a través de inmunización. Sin embargo, bajo este nuevo escenario podríamos dirigirnos a lo que se ha denominado una era post-antibiótico, en donde se vería la reaparición de muchas infecciones. Además, el riesgo de muchos tratamientos médicos, hoy convencionales, aumentaría significativamente, incrementando la incidencia y mortalidad de muchas enfermedades, algunas consideradas triviales hoy en día. ¿Existen alternativas ante este escenario? Por décadas, a los pacientes detrás de la cortina de hierro se les negó el acceso a muchos de los antibióticos desarrollados en occidente. Para contrarrestar esto, la Unión Soviética invirtió fuertemente en el uso de bacteriófagos –virus que matan sólo bacterias– para tratar las infecciones. La terapia de fagos es aun ampliamente usada en Rusia, Georgia y Polonia, pero nunca se ha movido más allá de esas fronteras. Al parecer, la razón es que en occidente los pacientes ven con recelo el tratar enfermedades con virus. Sin embargo, frente al creciente fantasma de la resistencia a los antibióticos, gobiernos e investigadores occidentales le están dando una seria mirada a los fagos. En marzo del 2014, el Instituto Nacional contra las Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU. nombró a los fagos como una de las puntas de lanza en su plan para combatir la resistencia a los antibióticos. En resumen, se podría decir que la resistencia a los antibióticos es un tema complejo en el cual el hombre tiene mucho que decir respecto de cómo se van a desarrollar los eventos futuros y que, de no mediar una acción seria a nivel político y médico, nuestros hijos o nietos podrían vivir en una era post-antibiótico. A pesar de esto, hay luces de esperanza en la forma de tratamientos alternativos, como los fagos, que podrían ayudar en el futuro, brillantemente, en la lucha sin fin del ser humano contra las enfermedades infecciosas.
Referencias: 1. Hede K. Antibiotic resistance: An infectious arms race. Nature 509, S2-3 (2014). 2. Matsuzaki S, Uchiyama J, Takemura-Uchiyama I, Daibata M. Perspective: The age of the phage. Nature 509, S9 (2014). 3. McKenna M. Antibiotic resistance: the last resort. Nature 499, 394-396 (2013). 4. Patel G, Bonomo RA. “Stormy waters ahead”: global emergence of carbapenemases. Front Microbiol 4, 48 (2013). 5. Reardon S. Antibiotic resistance sweeping developing world. Nature 509, 141-142 (2014). 6. Reardon S. Phage therapy gets revitalized. Nature 510, 15-16 (2014). 7. Reardon S. US vows to combat antibiotic resistance. Nature 513, 471 (2014). 8. Roca I, Akova M, Baquero F, Carlet J, et al. The global threat of antimicrobial resistance: science for intervention. New Microbes New Infect 6, 22-29 (2015).