Tecnología, regulación y ciencia aplicada: así se reescribe la estrategia anti-Caligus
Autoridades y expertos expusieron avances que combinan innovación sanitaria, regulación, IA y biotecnología para mejorar el control del piojo de mar en Chile y el mundo.
Con la participación de destacados investigadores, reguladores y representantes de la industria salmonicultora, comenzó ayer en Puerto Varas el Sealice Conference 2025, encuentro que ha reunido a especialistas de distintos países para abordar los avances científicos y productivos relacionados con el piojo de mar. La cita que se desarrollará hasta el miércoles 4 de diciembre, es organizada por el Centro Incar, el Instituto de Acuicultura y Medio Ambiente de la Universidad Austral de Chile (UACh) y el Instituto Tecnológico del Salmón (Intesal), y contempla conferencias magistrales, sesiones técnicas y debates que profundizarán en biología, epidemiología, genética, bienestar animal y regulación. El evento —que cuenta con Salmonexpert como media partner— busca fortalecer la colaboración internacional y aportar evidencia clave para una salmonicultura más resiliente y sostenible.
Durante la inauguración, el Dr. Felipe Almuna, director de Investigación de la Sede Puerto Montt de la Universidad Austral de Chile, destacó la relevancia de realizar este encuentro internacional en Puerto Varas, señalando que “esta conferencia nos reúne durante cuatro días con un propósito común que es abordar uno de los desafíos más significativos para la sostenibilidad de la salmonicultura en ambos hemisferios”. Subrayó que enfrentar el piojo de mar exige “investigación rigurosa, innovación tecnológica y, por sobre todo, un diálogo abierto entre todos los actores”, valorando la colaboración entre la UACh, el Centro Incar y el Instituto Tecnológico del Salmón. Añadió que esta instancia permite fortalecer redes y avanzar hacia “una industria salmonicultora más resiliente”, impulsada por el intercambio entre ciencia aplicada y experiencia productiva.
Por su parte, el presidente de SalmonChile, Arturo Clément, resaltó que esta conferencia es distinta porque “está más involucrada en la industria”, permitiendo que productores y expertos compartan resultados y aprendizajes de forma directa. Planteó que, aunque ha habido avances, “el problema del Caligus aún continúa” y afecta la condición sanitaria de los peces, incidiendo en el uso de tratamientos y antimicrobianos, desafío que la industria debe seguir reduciendo. Subrayó que “la ciencia aplicada es absolutamente necesaria para el desarrollo de la salmonicultura” y que el crecimiento del sector debe ir acompañado de mejoras sanitarias y ambientales. En ese sentido, valoró que este encuentro actúe como un espacio clave para avanzar en soluciones y fortalecer la resiliencia productiva.
En el ámbito regulatorio, la subdirectora de Acuicultura de Sernapesca, Mónica Rojas, recalcó que la caligidosis continúa siendo uno de los mayores retos sanitarios de la salmonicultura. Señaló que “hemos avanzado en comprender el ciclo biológico del parásito y en implementar estrategias de manejo y vigilancia, pero la realidad nos exige redoblar esfuerzos”. Explicó que la pérdida de sensibilidad a los tratamientos obliga a “innovar y diversificar las herramientas”, equilibrar eficacia sanitaria con protección ambiental y fortalecer la gestión equitativa entre centros. Añadió que el Estado debe “seguir ajustando la regulación, promover tecnologías más eficientes y consolidar modelos de gestión que fortalezcan la bioseguridad”, insistiendo en que la colaboración público-privada es indispensable para un desarrollo sostenible.
La CEO de MetroCiencia, Paula Medina, dedicó su Keynote Talk “Aquatic animal welfare as a gateway to resilient and sustainable aquaculture” a explicar por qué el bienestar animal se ha convertido en un pilar estratégico para la acuicultura moderna. Según señaló, “animal welfare está ganando su posición legítima en los diálogos de la acuicultura” y exige reconocer que los peces “sí pueden sentir dolor”, lo que está respaldado por evidencia científica que demuestra respuestas conductuales y fisiológicas ante estímulos nociceptivos. Para Medina, este reconocimiento obliga a replantear prácticas productivas desde un enfoque ético, técnico y regulatorio que incorpore salud, nutrición, comportamiento y ambiente como ejes inseparables de la toma de decisiones.
A continuación, profundizó en la necesidad de sistemas de evaluación específicos para cada especie y etapa de desarrollo, advirtiendo que “no existe un único indicador de bienestar, porque depende de la especie, de su estado de desarrollo y del tipo de instalación”. Recalcó que “si los peces experimentan dolor, estrés o sufrimiento, los impactos productivos y sanitarios son inevitables”, insistiendo en que el bienestar animal debe ser dinámico, medible y basado en evidencia. Por ello llamó a la industria del salmón a avanzar en estándares comunes y a “establecer conversaciones basadas en sostenibilidad que nos lleven a nuevos pilares de investigación y desarrollo para la comunidad del sea lice”.
Bienestar animal
La investigadora del Instituto Noruego de Investigación de la Naturaleza (NINA), Rachel Paterson, presentó su análisis sobre cómo las coinfecciones de parásitos de agua dulce pueden influir en la adquisición de piojos de mar en salmones silvestres. Explicó que en la naturaleza “los múltiples parásitos infectando a un solo hospedero pueden interactuar entre ellos y afectar el éxito de establecimiento de otros parásitos y el impacto colectivo sobre el pez”. Su estudio, realizado en tres fiordos noruegos, identificó 12 especies coinfectantes junto con una alta prevalencia de Caligus, lo que permitió examinar de manera comparativa cómo estas interacciones podrían modificar la susceptibilidad al piojo de mar durante la migración.
Sin embargo, Paterson enfatizó que los resultados demostraron independencia entre ambos procesos parasitarios, indicando que “no observamos relación entre la carga de endoparásitos y el número de piojos adquiridos por los peces en el ambiente marino”. Entre las hipótesis planteadas se encuentran “la falta de interacciones fuertes entre endo y ectoparásitos”, la presencia simultánea de múltiples coinfecciones que podrían contrarrestarse entre sí, o que “la biomasa de endoparásitos es demasiado baja para influir en la adquisición de piojos”. Añadió que la diversidad parasitaria podría convertirse en “un buen indicador de cuán saludables y robustos son los ecosistemas acuáticos”, reforzando el valor de estas líneas de investigación para la gestión sanitaria.
A su vez, la líder comercial de Aquabyte, Karina Gajardo, dio a conocer los resultados de un estudio en Noruega que evaluó cómo distintos tratamientos contra Caligus afectan la piel del salmón, combinando cámaras de monitoreo continuo y 18 indicadores de salud. Explicó que centraron el análisis en “scale loss y active body wounds, porque son los indicadores más sensibles tras tratamientos térmicos o mecánicos”, resaltando que el uso de inteligencia artificial permitió recopilar millones de imágenes y generar conteos automáticos de alta precisión.
Los hallazgos revelaron diferencias marcadas según el tipo de tratamiento. Gajardo detalló que “los dos primeros tratamientos térmicos no generaron mayor pérdida de escamas, pero después del tercer tratamiento, que fue mecánico, la pérdida de escamas aumentó hasta un 40%”. Además, advirtió que, tras la pérdida de escamas, “comienzan a aparecer heridas” y que se observó un patrón similar durante el invierno, cuando las bajas temperaturas pueden influir en la severidad de las lesiones. En Chile, agregó un resultado inesperado: un incremento significativo en la opacidad del cristalino después de baños antiparasitarios, lo que, según señaló, “aún no sabemos si está directamente relacionado con el tratamiento, pero es algo que debemos seguir investigando”.
Por otra parte, el líder farmacéutico y de bienestar EURAM Aqua en MSD Animal Health, Darío Mascolo, abordó la importancia de la sedación como herramienta para mejorar el bienestar y la eficacia de los tratamientos contra Caligus. Explicó que la sedación “reduce el estrés, disminuye la reacción de lucha o huida y estabiliza el ambiente del pez”, permitiendo procedimientos más controlados durante intervenciones térmicas o mecánicas. A partir de un análisis masivo de datos —más de 11 mil tratamientos en Noruega— destacó que “a 30 días postratamiento, las poblaciones sedadas mostraron 10% menos hembras adultas y 30% menos mortalidad”, además de aumentar el intervalo antes de necesitar una nueva intervención.
Complementando esa evidencia, Mascolo presentó resultados de estudios de campo realizados en la estación LetSea, donde peces sedados y no sedados fueron sometidos a tratamientos hidrolizadores. Allí se observó que los peces sedados registraron “una reducción del 87% de los estadios móviles y un 33% de las hembras adultas”, mientras que los no sedados mostraron reducciones menores o incluso nulas en hembras adultas. A ello se sumaron puntajes inferiores de heridas, erosiones y pérdida de escamas en los grupos sedados, reforzando que “la sedación apunta a un mejor bienestar, reduce la mortalidad por manipulación y mejora la eficacia del tratamiento. Incluso después de 72 días, los peces sedados mantenían menores niveles de Caligus, evidenciando un efecto prolongado”.
Tratamientos no farmacológicos
En el ámbito de las tecnologías alternativas, el líder del Proyecto Caligus de Aquabench, Alex Moyano, analizó de manera exhaustiva la experiencia chilena en el uso de tratamientos mecánicos y térmicos. Explicó que “en los últimos diez años, estas tecnologías no representan más del 0,5% de las jaulas tratadas”, lo que revela un uso históricamente limitado. Describió que los térmicos pueden alcanzar “eficacias cercanas al 95%”, mientras que los mecánicos rondan un 75%, aunque ambos presentan desventajas, como mayor estrés en los peces, altos costos y dudas sobre su relación con futuras infecciones bacterianas como SRS.
Su revisión —basada en 188 jaulas y datos de seis compañías— mostró que los tratamientos térmicos impactan negativamente el peso de cosecha, la tasa de crecimiento y el rendimiento, y que “la mortalidad prácticamente se duplica en los tratamientos térmicos” diez semanas después de su aplicación. También reveló que temperatura y peso son factores críticos que aumentan el riesgo. En contraste, los tratamientos mecánicos no mostraron diferencias significativas en parámetros productivos ni sanitarios respecto de alternativas tradicionales como la lona, aunque con una eficacia más variable.
Desde la biotecnología, la investigadora de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida (NMBU), Koestan Gadan, presentó avances en vacunas recombinantes dirigidas al control del piojo de mar. Explicó que “la vacunación basada en antígenos específicos del piojo aparece como un enfoque prometedor”, especialmente cuando los tratamientos mecánicos generan daño en piel, pérdida de mucosa o riesgo de infecciones secundarias. Su trabajo comparó las formulaciones TTP-PO y PO-ME32, aplicadas mediante protocolos de prime–boost y evaluadas en tres desafíos sucesivos con copepoditos.
Los resultados iniciales mostraron que ambas vacunas lograron “reducciones significativas en la carga de piojos”, alcanzando entre 88% y 91% de disminución en el primer recuento respecto del control. No obstante, durante los desafíos posteriores se observaron diferencias claras: la vacuna TTP-PO mantuvo una reducción del 90% en el segundo recuento y conservó un efecto residual cercano al 20% después de 11 meses, mientras que PO-ME32 descendió a niveles comparables al control. Gadan añadió que “no pudimos encontrar una relación clara entre la respuesta humoral y la reducción de piojos”, lo que sugiere mecanismos alternativos asociados a la resistencia cutánea o a otras rutas inmunológicas.
Finalmente, la investigadora asociada del Centro Incar, Valentina Valenzuela, expuso una nueva estrategia preventiva basada en probióticos de precisión capaces de alterar el microbioma del piojo de mar. Señaló que el análisis del genoma del parásito permitió identificar “bacterias simbióticas esenciales para funciones metabólicas que el piojo no puede realizar por sí solo”, lo que abrió la posibilidad de interrumpir esta simbiosis mediante bacterias benéficas incorporadas al alimento del salmón. En sus ensayos, tres prototipos fueron evaluados en distintas etapas, observándose “cambios fenotípicos y de coloración en el piojo asociados a la alteración de su microbiota”, así como respuestas inmunes en el pez —incremento de mucosa e inmunoglobulinas— tras 21 días de alimentación.
Los resultados demostraron que el enfoque permitió “reducir no sólo hembras adultas, sino también estadios juveniles del piojo”, y que la modificación de la microbiota fue consistente en abundancia bacteriana, diversidad y expresión génica del parásito. El prototipo más eficiente derivó en el desarrollo del producto Lemui, que, según Valenzuela, permitió “evitar el uso de otros tratamientos por dos meses”. Asimismo, los análisis de expresión génica mostraron aumentos en genes asociados a cutícula, secreción y respuesta al estrés oxidativo, indicando que “el parásito intenta compensar la disrupción microbiana, pero no logra revertirla”. Con ello, invitó a la industria a evaluar esta herramienta como una alternativa preventiva de alto potencial.