
Víctor Hugo Puchi analizó la Reforma Tributaria
El empresario Víctor Hugo Puchi, presidente y uno de los socios principales de AquaChile, la mayor salmonicultora de capitales chilenos, habla poco públicamente. Pero el debate que se ha instalado en el país sobre reformas estructurales, entre ellas la tributaria, lo convenció de interrumpir su silencio. “En general, los empresarios somos poco defensores de lo que hacemos, somos más bien bajo perfil y no participamos de las discusiones públicas. Yo, como empresario, en temas tributarios y de educación me siento con el mismo derecho que cualquier otro chileno a opinar. Es nuestra responsabilidad hacerlo para contribuir al diálogo”, comentó a La Tercera.
¿Qué le pareció el protocolo de acuerdo por la reforma tributaria? Fue especialmente valioso como señal política, al dar espacio al análisis técnico y al diálogo para definir soluciones a los grandes cambios estructurales que enfrenta Chile. Lo que se produjo en el Senado demuestra que el diálogo y el confrontar ideas es siempre positivo, más aún cuando se trata de proyectos de largo plazo que ameritan una mirada sin prejuicios. La economía no es una ciencia exacta y el confrontar visiones ayuda a buscar caminos, que tienen el beneficio de tener un soporte transversal.
¿Está de acuerdo con el alza al 27% del impuesto a las empresas, en un sistema parcialmente integrado? Me parece una solución razonable, sin embargo, creo que fue insuficiente el incentivo al ahorro y la inversión. El trato excepcional que tendrán las pymes es una muy buena solución, que aliviará la situación financiera de un gran número de empresas. Ahora, queda pendiente el gran trabajo asociado a la definición de cómo se utilizarán los nuevos recursos que generará la reforma tributaria. La educación de nuestros hijos es un tema de principal preocupación y debemos reducir el riesgo de equivocarnos.
¿Qué opinión tiene del momento que vive el país? El país está mostrando un punto de inflexión, donde se ha puesto el tema de la equidad como un desafío social, en que se busca que todos participemos en cómo generar un país con mayor igualdad. Se ha sembrado una idea que ha encontrado el soporte de una mayoría en el país y los empresarios han estado muy presentes en esa construcción. El hacer un esfuerzo como sociedad para mejorar la educación y que permita a los de menos recursos económicos tener más oportunidades, goza de un apoyo transversal. Y desde ese punto de vista, es una buena noticia para el largo plazo.
Pero el debate se entrampó. Donde el país se entrampó es en cómo abordar ese objetivo. El punto de quiebre no ha estado en el qué, sino en el cómo. La reforma tributaria, en términos simples, significa que la sociedad va a restar recursos que hoy se destinan a la inversión de proyectos privados, mediante mayores impuestos, y de alguna forma, hay un sacrificio de crecimiento en lo inmediato. Pero si esto se retribuye en que a largo plazo estamos todos mejor, es un sacrificio que la sociedad entiende como justo y razonable, porque todos queremos vivir en un país donde haya más armonía social y ésta se consigue con un ingrediente fundamental: que todos nos eduquemos mejor, seamos más productivos y aspiremos a tener mayor bienestar. Es un esfuerzo que debemos hacer todos quienes ganamos más como personas y los que hacemos negocios que rentan.
¿Le generó inquietud cómo se fue dando la discusión tributaria? Me asombró el lenguaje que se utilizó al comienzo del debate de la reforma tributaria, fue muy injusto hacia los empresarios. Fuimos injustamente tratados. El lenguaje fue contraproducente para el país y quedó claro que a la mayoría tampoco le gusta. Los empresarios hacemos nuestra tarea y jugamos nuestro rol con las reglas del juego que el país nos da. Cuando Chile estuvo necesitado de inversión, elaboró una serie de medidas al incentivo a la reinversión y al ahorro: la depreciación acelerada y el FUT. Haber utilizado esos mecanismos y tener éxito no debiera ameritar una condena política. Al contrario, funcionó para el desarrollo del país.
¿Por qué cree que se tiene esa imagen de los empresarios? Los chilenos tenemos una tranca cultural, donde el éxito es mal visto y es materia de crítica. En otros países, el emprendimiento se valora y se agradece. En Chile, los empresarios en reiteradas ocasiones hemos sido condenados públicamente por casos excepcionales de abuso, en vez de destacar el gran aporte al progreso logrado por empresas de todos los tamaños. Lo importante es que el grueso de la actividad empresarial es correcto: dando trabajo, haciendo crecer el país, trayendo tecnología. Hay que descartar la idea equivocada de que los empresarios somos máquinas de producir utilidades. Esa no es nuestra única motivación. A nosotros nos interesa generar desarrollo, dar trabajo, crear reputación donde operamos y, por lo tanto, no es justo este descrédito y desprestigio que se hace del empresariado. Se generó un castigo indebido y una crítica que le hace mal al país, descalificando un rol tan importante como es hacer empresa, innovar, atreverse, arriesgar y salir a competir al mundo. Chile necesita de empresas queridas y prestigiadas para desarrollarse.
¿Cómo se puede revertir la mala percepción hacia los privados? Hay una tarea de comunicación que tenemos que hacer los empresarios, no de divulgación en el plano de ventas o de utilidades, sino de dar cuenta de la cadena positiva que genera el emprender. Cuando se hace distingo entre pymes, medianas y grandes, es una segmentación política, pero en la práctica, cuando a un grande no le va bien, como nos ocurrió a la industria del salmón, en que una plaga como el ISA la redujo a la mitad, no sólo sufrimos los grandes, con situaciones financieras extremas. Toda la cadena y el cluster creado para sostener el crecimiento se vio afectado, y los chicos sufrieron con más rigor, porque tienen menos capacidad financiera.
Al comienzo del debate tributario, el gobierno dijo que quienes atacaban la reforma eran los poderosos de siempre que defienden sus intereses. ¿Usted se considera parte de esos poderosos? Es parte del lenguaje que considero nocivo e irreal. No me siento poderoso. Al contrario, me siento vulnerable, tanto, que hace cinco años casi quebramos. Como empresario, uno siempre se mueve en la cuerda floja y se arriesga, por eso no me siento un poderoso. Sí me siento un empresario regional que lucha por su industria, por tener mejores estándares, por ocupar los mejores espacios en el mundo en el tema alimentos. En eso lo hemos hecho bien, cometiendo también muchos errores, pero siento orgullo de haber hecho eso y de haber ganado plata y con eso haber pagado los impuestos que la sociedad me pidió pagar. Y estoy convencido de que eso es noble para el país, sobre todo, para los más vulnerables.
¿Siente que se demonizó el FUT? Efectivamente, se hizo una demonización del FUT. Fue un eficiente mecanismo para fomentar la inversión y castigar el consumo. Y funcionó para permitir financiar el crecimiento de las empresas, y no amerita condenarlo. A lo mejor hoy necesitamos algo distinto, es legítimo preguntarse eso, pero tenemos que estar conscientes de que el tener que pagar impuesto por reinvertir las utilidades es una carga de financiamiento que a lo mejor el sector privado no va a poder reemplazar con deuda bancaria. Eso va a significar que el país crezca menos, especialmente, para empresas que tienen rentabilidades más ajustadas y acceso muy limitado al crédito.
Ambiente para invertir
¿Cómo evalúa hoy el entorno para invertir en Chile? Mientras dure todo el proceso de búsqueda del nuevo marco económico y social en el cual se va a mover la empresa, hay una expectativa que afecta ciertas decisiones, pero en la medida en que haya una discusión amplia y abierta y que el lenguaje sea el apropiado, las inversiones van a seguir. La gran ventaja que tiene la Presidenta Bachelet es su empatía y respaldo social. Con ese activo que tiene a nivel personal, ella no necesita imponer y puede ayudar a que se generen los diálogos con las formas adecuadas.
¿Cree que si están mal puestos los incentivos, al final los empresarios terminarán llevándose sus capitales a otros países? Hoy, mover capital es más fácil y, a la vez, el empresario chileno tiene más cultura internacional. Pero el empresario no solamente busca la plata. Para mí vivir en Chile tiene un valor, no es sólo un tema de rentabilidad. En Chile sigue habiendo un ambiente grato para invertir. Ojalá que nuestro rol sea reconocido y volvamos a un lenguaje de respeto y empujemos el mismo carro en beneficio de todos. Tal vez, los inversionistas extranjeros son más impersonales y comparan en forma más fría dónde colocar sus capitales, pero los inversionistas chilenos asignan gran valor a seguir viviendo e invirtiendo en nuestro país. Decir que los empresarios vamos a salir prácticamente arrancando de Chile, es una exageración que se produjo como parte de un ambiente donde predominó el antagonismo y la descalificación.
Otra reforma relevante para el sector privado es la laboral, que pretende eliminar el reemplazo en huelga. ¿Qué opina de ese cambio? Entiendo la motivación de esto, pero como empresario, veo también la otra cara de la medalla. Tenemos que reconocer que muchas veces las huelgas son generadas desde afuera de las empresas, que hay agitadores políticos que las promueven y a los que no les importa el costo de los trabajadores. Tenemos que avanzar en un sistema donde haya una acción de la autoridad que medie prontamente y que evite las crisis en aquellas industrias donde está en juego la imagen del país, la logística. Tiene que haber flexibilidad. Es muy distinto aplicar estos conceptos a una ferretería que a un frutero que puede enfrentar grandes pérdidas al quedar con sus operaciones inmovilizadas.
¿Y qué le parece el acuerdo para subir el salario mínimo a $ 250.000? Todo el tema laboral hay que analizarlo con los nuevos tiempos que vive la sociedad. El sueldo mínimo siempre ha estado en la discusión por el riesgo de que sea muy alto y genere desempleo. Pero desde mi experiencia como empresario, que el sueldo mínimo suba a $ 250.000 es razonable. Si queremos proteger a los jóvenes que entran al mercado laboral, tal vez, habría que hacer una excepción y que respecto de ese grupo etario el mínimo sea más bajo en su período de ingreso al trabajo. Creo en los sistemas flexibles. Y también creo que este punto puede ser más complejo para las pymes que para las grandes empresas, ya que estas normalmente están muy por sobre el salario mínimo.