Dr. Rubén Avendaño, investigador principal del Incar y profesor titular de la Universidad Andrés Bello. Foto: Archivo Salmonexpert.

¿Es Magallanes el futuro de la salmonicultura chilena?

Chile: El investigador y académico Rubén Avendaño, expuso a Salmonexpert los desafíos para que la región austral continúe siendo un polo de desarrollo sustentable para la salmonicultura chilena.

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Con una producción proyectada al año 2023 de hasta 150 mil toneladas, la región de Magallanes es hoy el polo de desarrollo de la industria salmonicultora chilena, y algunos incluso la han calificado como el futuro de la industria nacional.

Frente a esto, Salmonexpert realizó una encuesta a sus lectores, cuya pregunta fue “¿Es Magallanes el futuro de la salmonicultura chilena?” y los resultados mostraron que el 73,3% de los participantes cree que ese desarrollo es sustentable y el 26,7% piensa que no.

Compatibilizar el justo equilibrio

Y sobre este tema respondió a Salmonexpert el Dr. Rubén Avendaño, investigador principal del Incar y profesor titular de la Universidad Andrés Bello, afirmando que la pregunta es cómo compatibilizar el justo equilibrio entre producir peces, sin afectar los sistemas biológicos propios de la Patagonia ni impactar los ecosistemas de la región de Magallanes, junto con mantener la condición sanitaria privilegiada de esta zona austral.

“Esta favorable situación obliga a ser cuidadosos al momento de autorizar nuevos centros de salmón, incluso se recomienda que las ovas de los peces a cultivar en estas áreas procedan de pisciculturas de la zona y así evitar riesgos sanitarios de introducción de patógenos como ocurrió en el pasado con el Streptococcus phocae”, indica Avendaño.

Además, por su relevancia social y ambiental, hoy todos los ojos están puestos en Magallanes “y me atrevería a decir que incluso esta situación comienza después de  la crisis del virus ISAV. Por tanto, es de reconocer que es una de las primeras veces que el Sernapesca se adelantó a la aparición de problemas sanitarios y estableció un Programa de Vigilancia y Control para la región, con el fin de mantener y/o mejorar la privilegiada situación de la zona”, apunta el investigador.

Atentos a nuevos agentes o enfermedades

Sin embargo, para el investigador, la normativa es letra muerta “si sólo lo aplicamos y no estamos atentos a los cambios que se produzcan, siendo imprescindible desarrollar instancias de monitoreos y seguimiento de la situación sanitaria en los centros de cultivo ubicados en cada una de las tres zonas productivas de Magallanes. Me refiero al diagnóstico no sólo de los patógenos endémicos, sino a la aparición de nuevos agentes o enfermedades distintas a las causadas por P. salmonis o C. rogercresseyi”, explica el académico.

En este sentido, Magallanes tiene problemas sanitarios geográficamente específicos como el BKD, la Tenacibaculosis y se ha incrementado la incidencia de infecciones por bacterias del género Aeromonas. “Claramente BKD es un problema asociado a las falencias en el diagnóstico realizado durante la ejecución del programa activo de vigilancia de los reproductores y requiere que se estandaricen protocolos más eficaces, sensibles y lo más importante que siempre se efectúen dos matrices diagnósticas de distinta naturaleza. Por ejemplo, molecular (PCR y sus variantes) y detección antígeno-anticuerpo (IFAT, ELISA, etc.)”, plantea Avendaño.

No obstante, advierte el investigador, poco o nada se conoce sobre la transmisión vertical de R. salmoninarumen Chile. En el caso de la Tenacibaculosis, “el problema mayoritariamente es en los meses ambientalmente más fríos y no distingue entre las especies de cultivo (salmón y trucha se infectan de igual manera). Por tanto, es imprescindible estimular medidas de prevención como uso de autovacunas y profundizar en el estudio del agente”.

A modo de ejemplo, “Magallanes es un pionera en la existencia de centros que no sustentan su producción en el uso de antibióticos. Los motivos pueden ser de los más diversos, incluyendo los tiempos de la logística de tratamiento, políticas propias de algunas empresas, entre otros. Por tanto, esta situación debería ser mantenida en el mediano-largo plazo y autorizar la utilización de estos compuestos sólo si existe un diagnóstico positivo de un agente mediante técnicas de cultivo microbiológico y con estudio de susceptibilidad en mano”, manifiesta el académico.

“Esto tiene un costo productivo en los primeros cuadros infecciosos, pero posteriormente se podría trabajar con esos antecedentes históricos, mientras se realizan los diagnósticos y análisis de concentración mínima inhibitoria. Además, los resultados de los tratamientos debieran ser conocidos de manera de obtener información que permita un mayor conocimiento para la futura toma de decisiones”, concluye Avendaño.