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Carlos Arenas: “Todavía tengo mucho que aportar a esta industria”

Con 35 años ligados a la salmonicultura, el reconocido ejecutivo reflexiona sobre el cierre de un ciclo, los aprendizajes profesionales y los desafíos que lo motivan a seguir vinculado a la acuicultura chilena.
A los ojos de muchos, la salida de Carlos Arenas de la gerencia general de ScaleAQ Chile pudo parecer el fin de un capítulo importante. Para él, sin embargo, se trata más bien de la continuación de una historia que comenzó hace más de tres décadas, cuando decidió que su vida profesional estaría ligada a una industria que transformaría no solo su destino, sino también el de toda una región. “Este es un ciclo que se cierra después de casi veinte años en la compañía. No hay resentimientos, al contrario, estoy profundamente agradecido de la oportunidad de haber crecido aquí y de haber podido aportar desde distintos roles”, comenta.
Desde que se integró a Mercatus en 2006 —empresa que con el paso del tiempo evolucionó y se fusionó en lo que actualmente conocemos como ScaleAQ—, Arenas fue testigo privilegiado de la transformación de un sector que pasó de ser incipiente a consolidarse como uno de los motores productivos de Chile. “Ha sido un viaje bonito, lleno de aprendizajes y desafíos. Crecí profesionalmente, desarrollé estrategias, lideré equipos y, sobre todo, conocí a personas maravillosas con las que compartí un propósito común”, recuerda.
Arenas prefiere mirar el proceso de su salida desde una perspectiva constructiva. “Acepto que las empresas tomen decisiones cuando sienten que necesitan nuevos liderazgos o diferentes ritmos de crecimiento. Lo que no cambia es mi gratitud. He podido educar a mis hijos, construir mi hogar y formar una carrera que me llena de satisfacción”.
Valores
Más allá de los cargos y responsabilidades, Carlos Arenas ha hecho de su estilo de liderazgo un sello personal basado en valores intransables. “Siempre he procurado tratar a las personas como me gustaría que me trataran a mí. Suave en la forma, firme en el fondo. Nunca alzo la voz, pero sí digo lo que pienso con honestidad”, confiesa, añadiendo que “otro principio clave es la gratitud. Agradecer siempre, desde el trabajo más sencillo hasta el aporte más estratégico, porque nada se construye solo”.
En un mundo corporativo donde muchas veces se privilegia el resultado por sobre el proceso, Arenas ha defendido la importancia de construir equipos cohesionados, diversos y con propósito. “Formar equipos no es fácil. Cada persona tiene su historia, sus ambiciones y su forma de ver el mundo. Pero cuando logras que todos remen en la misma dirección, el compromiso que se genera es enorme”, explica. En esa línea, destaca que su mayor orgullo no son sólo los balances positivos, sino el haber forjado relaciones humanas sólidas que trascienden los números.
La familia, dice, ha sido otro pilar fundamental en su camino. “Nada de lo que logré habría sido posible sin el apoyo incondicional de mi esposa Leticia. Ella ha estado ahí en cada etapa, en cada decisión, y ha sido un soporte clave en mi carrera”, reconoce. Incluso en los momentos de mayor presión, asegura haber mantenido un equilibrio entre la vida profesional y la personal. “Nunca llevé el estrés del trabajo a la casa. Cuando estoy en casa, estoy con mi familia. Esa desconexión es esencial para mantenerse sano y centrado”.
Optimismo
Su historia profesional está llena de anécdotas que reflejan su compromiso y entrega. Una de las más simbólicas fue su inesperado nombramiento como gerente general de, en ese entonces, Steinsvik. “Nunca lo busqué ni lo negocié. Un día estaba traduciendo en una reunión y, sin previo aviso, anunciaron que yo sería el nuevo gerente general y desde ahí, simplemente hice mi trabajo lo mejor posible porque creía que era lo correcto”, relata entre risas.
Ese mismo espíritu es el que hoy lo impulsa a mirar hacia adelante con optimismo. Aunque disfruta de unos días descanso tras años de intensa actividad, Arenas no concibe su vida lejos de la salmonicultura. “Estoy abierto a nuevos desafíos. Tengo mucha energía y sé que todavía tengo mucho que aportar. La experiencia que he acumulado tiene valor, y quiero seguir contribuyendo al crecimiento de esta industria”.
El futuro, asegura, puede tomar muchas formas; desde una nueva gerencia hasta roles de consultoría, mentorías o docencia. “Me motiva la idea de enseñar, de compartir lo que he aprendido y de aportar a la formación de nuevas generaciones. También me interesa involucrarme en temas sociales, especialmente en educación, porque ahí hay un enorme espacio para hacer la diferencia”.
Hoy, al mirar en retrospectiva, Carlos Arenas no ve su salida como un punto final, sino como un nuevo comienzo. “Nunca me he creído el cuento del gerente omnipotente. Sigo siendo la misma persona sencilla que disfruta de un café con los colegas. Este es simplemente otro paso en el camino”, reflexiona. Y, con la serenidad que da la experiencia, hace hincapié en que “si uno hace lo que ama, da su cien por ciento y lo hace con honestidad, el resto llega solo”.
Compromiso
Su visión sobre la salmonicultura está marcada por el orgullo y el compromiso. “Estoy convencido de que esta industria cambió para siempre el destino del sur de Chile. Antes de su llegada, ciudades como Puerto Montt eran muy distintas. Actualmente, gracias al desarrollo acuícola, hablamos de empleo, innovación, exportaciones y oportunidades que hace 30 años eran impensables”, señala. Por eso, insiste que el apoyo del Estado y de la sociedad es fundamental para seguir creciendo. “Necesitamos políticas públicas que acompañen el desarrollo, pero también debemos ser autocríticos y seguir mejorando en áreas como la sostenibilidad y la relación con las comunidades”.
Mirando el completo panorama de la acuicultura, Arenas identifica múltiples oportunidades para seguir avanzando. “La sostenibilidad no es una moda. Es la base sobre la que debemos construir el futuro. Desde la salud de los peces hasta el desarrollo de nuevas tecnologías, hay mucho por hacer para que la industria sea más eficiente, responsable y cercana a las comunidades”, sostiene, llamando a enfrentar sin temor el crecimiento. “Si no seguimos produciendo, otros países lo harán y perderemos competitividad. Es ahora cuando debemos apostar por más innovación y más producción”.
Arenas también hace un llamado a reconocer el trabajo de quienes sentaron las bases del sector. “La salmonicultura no se construyó sola. Hubo pioneros que se arriesgaron sin saber a dónde llegarían. Gracias a ellos hoy tenemos un clúster productivo que sostiene a miles de familias”, indica con admiración. Y, por supuesto, reafirma su compromiso con una actividad que considera esencial para el futuro del planeta. “La población sigue creciendo y el mar es el lugar más lógico para producir alimento. Tenemos una oportunidad única y no podemos desaprovecharla”.