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La fuerza comunitaria que está redefiniendo a la salmonicultura chilena

Foto: Salmonexpert.

Ejecutivos y gremios analizaron cómo la salmonicultura articula capacidades, corrige brechas y fortalece el vínculo comunitario a través de metodologías, alianzas y una mayor apertura hacia los habitantes del sur.

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En una región donde el desarrollo productivo convive estrechamente con identidades locales, el seminario “Comunidades al Sur del Mundo: Avances & Desafíos”, organizado por Tendencia&Territorio en Puerto Varas, reunió a líderes empresariales y especialistas para analizar cómo evolucionan hoy los vínculos entre compañías y territorios. La jornada puso en discusión por qué la licencia social para operar dejó de ser una opción y se transformó en un requisito esencial, especialmente en industrias que interactúan diariamente con comunidades costeras y rurales. A través de experiencias, metodologías y debates, el encuentro buscó iluminar nuevas formas de construir relaciones más sólidas y sostenibles entre actores comunitarios, empresas e instituciones públicas.

En el panel “La labor de los gremios en el relacionamiento”, que también contó con la participación de Francisca Sanz, presidenta de la Multigremial de Los Lagos, y Antonio Minte, gerente general de Corma, Felipe Díaz, director de Comunidades de SalmonChile, explicó que la labor gremial solo es posible si se comprende la magnitud territorial en que opera la industria. Destacó que SalmonChile agrupa a 50 compañías y que, por ello, “el desafío es entender primero esa capilaridad, porque estamos desde Biobío a Magallanes, y eso significa relacionarse en territorios muy distintos, desde fiordos e islas hasta comunas continentales”. A su juicio, el gremio tiene la oportunidad de coordinar capacidades diversas para construir presencia comunitaria coherente y positiva.

Panel de conversación con gremios.

Díaz señaló que la clave del gremio es articular metodologías y prioridades que permitan responder de forma conjunta a las necesidades locales. Explicó que “la gracia de la visión de un gremio que tiene un área de comunidad y equipo territorial es que, trabajando con las empresas socias, podemos poner capacidades disponibles para fortalecer el vínculo con todas las comunidades”, integrando experiencias de distintas regiones y compañías. Agregó que esta coordinación se traduce en programas propios —como la Mesa de Equidad de Género y el programa de limpieza de playas— y en la capacidad de convocar a varias empresas cuando un territorio requiere apoyo simultáneo en una misma temática.

En ese mismo sentido, el director de Comunidades enfatizó que la industria ha avanzado significativamente en reconstruir confianzas a través de diálogo y profesionalización. Recordó que “lo primero es comprender que uno es parte de un territorio y que convive con otros en un mismo espacio; por eso, si no hay excelencia profesional, todo lo demás pierde valor”. También destacó que los diálogos organizados por SalmonChile convocaron a más de mil personas y más de trescientas organizaciones de seis regiones, lo que refleja una percepción más favorable hacia la salmonicultura. A su juicio, estos avances se sustentan en abrir la industria, corregir errores y demostrar en terreno que “la comunidad está empezando a sentir propia a la industria del salmón”, lo que debe proyectarse bajo una gobernanza común que alinee a Estado, empresas y territorios. 

Identidad territorial y vínculo operativo

Francisco Sandoval.

En su intervención en el Panel de Conversación “Generando valor compartido en la industria que mueve al sur”, Francisco Sandoval, gerente de Comunidades de AquaChile, subrayó que la base del trabajo con los pueblos originarios es el conocimiento directo del territorio y sus liderazgos, destacando la necesidad de construir confianzas mediante una apertura total de los procesos productivos. Según afirmó, “lo primero es mapearlo, conocerlo, saber quiénes son, cuáles son las comunidades que están cercanas a tu operación, cuáles son los presidentes, comunidades, autoridades tradicionales”. A partir de ello, explicó que se vuelve fundamental que las comunidades comprendan los estándares de la empresa y expresen sus inquietudes ambientales, permitiendo establecer agendas locales que respondan a realidades diversas y que integren empleo, servicios y participación en iniciativas culturales y de desarrollo.

De igual manera, planteó que la relación con los pescadores artesanales requiere hacerse cargo de percepciones históricas y de los impactos que pueden atribuirse a la actividad salmonera, relevando que ambas son industrias que dependen de un mar saludable para prosperar. En sus palabras, “somos dos actividades productivas que requerimos del mar, y un mar saludable para desarrollar nuestras actividades productivas”. En esa línea, indicó que los diálogos deben abordar con franqueza temas como escapes, interacción con lobos marinos y efectos del uso de antibióticos, integrando también dimensiones productivas y oportunidades laborales que cada vez atraen a más pescadores que combinan faenas artesanales con servicios a la industria.

A ello añadió que existe un espacio creciente de colaboración estratégica entre pesca artesanal y salmonicultura frente a riesgos compartidos, especialmente en lo ambiental y en el avance de ciertas ONGs que buscan limitar actividades productivas en áreas de conservación. Según comentó, esta situación “ha dado paso a un trabajo bien articulado de coordinación para defenderlo mutuamente entre los pescadores artesanales y los salmonicultores”. Desde su perspectiva, fortalecer estas alianzas territoriales es crucial para sostener el desarrollo de ambas actividades y consolidar una visión común en torno al uso responsable del borde costero y la continuidad de los oficios que mueven la economía del sur austral.

Carla Scheggia.

En tanto, Carla Scheggia, subgerente de Comunicación y Sostenibilidad Social de Camanchaca, destacó la evolución del relacionamiento territorial de la compañía desde 2012, pasando de un enfoque asistencialista hacia un modelo integrado a la operación y orientado a fortalecer vínculos de largo plazo. Subrayó que “no se puede tener una desconexión respecto de lo que está pasando en la operación, la necesidad de la empresa, y tampoco la empresa se puede desconectar del entorno”, enfatizando que el equipo comunitario actúa como un puente entre las necesidades de la comunidad y las definiciones del negocio. A ello sumó la relevancia del programa de embajadores, que desde 2023 permite que colaboradores locales representen a la empresa y aporten conocimiento territorial directo.

La profesional afirmó que la escucha activa es un proceso continuo que se sostiene gracias al trabajo del equipo en terreno, que mantiene contacto permanente con diversos actores del territorio para identificar necesidades y oportunidades de colaboración. "Las comunidades son entes vivos y requieren una adaptación constante de las acciones, incorporando mecanismos formales de participación e información". En este contexto, resaltó la implementación de un contact center atendido por una persona de la comunidad, concebido como un canal de consultas, inquietudes y solicitudes que permita medir, ordenar y responder de manera oportuna, generando un sistema trazable que fortalece la relación con los públicos locales.

Asimismo, Carla enfatizó que la ciudadanía exige estándares sociales cada vez más rigurosos, lo que demanda metodologías claras y sistemas de medición que permitan transparentar los impactos territoriales. Sobre ello, señaló que “si nosotros no comunicamos lo que estamos haciendo, no existe”, y explicó que Camanchaca está avanzando en plataformas que registran actividades, indicadores y percepciones comunitarias, integrando datos que orienten decisiones y ajusten estrategias. A partir de esta información, planteó que el desafío es demostrar con hechos —no solo con imágenes o ceremonias— cómo la empresa contribuye efectivamente al desarrollo local, fortaleciendo el orgullo territorial y la valoración pública hacia la salmonicultura.

Estrategia comunitaria y sello local

Felipe Hormazábal.

Durante su intervención, Felipe Hormazábal, subgerente de Sostenibilidad y S&SO de Blumar, destacó que el relacionamiento comunitario es inherente a la historia de la empresa, que opera desde Caldera hasta Magallanes con actividades pesqueras y acuícolas profundamente arraigadas en el territorio. Subrayó que actualmente este trabajo se desarrolla con equipos profesionales y metodologías que permiten abordar la diversidad de identidades locales, indicando que “la comunidad en el amplio espectro es el relacionamiento con todos los actores del territorio, no solamente con la junta de vecinos que es aledaña a mi instalación particular”. Según precisó, este enfoque exige identificar a todos los estamentos del entorno y diseñar planes específicos para cada uno de ellos.

Hormazábal sostuvo que la consistencia de las relaciones depende de integrar el trabajo territorial dentro de la estrategia de sostenibilidad y, a su vez, de la estrategia del negocio, de manera que las prioridades comunitarias se vuelvan parte del propósito corporativo. En ese marco, relevó la necesidad de mantener vínculos vivos y de confianza, involucrando no solo al equipo comunitario sino también al personal operativo, quienes deben conocer directamente a los actores locales. A ello sumó la importancia del sello local, destacando que las iniciativas no pueden replicarse de forma idéntica en todas las regiones, sino adaptarse a las necesidades particulares de cada comunidad, desde Caldera hasta las zonas insulares de Aysén y Magallanes.

El ejecutivo igualmente reconoció que en territorios aislados muchas urgencias comunitarias son básicas, pero determinantes para la calidad de vida, y que la empresa debe equilibrar su aporte sin caer en asistencialismos ni sustituir funciones del Estado. Según indicó, existen problemáticas que requieren atención inmediata —como basura, energía o fauna asilvestrada— y que, aunque no formen parte de grandes programas de valor compartido, “son solucionables con cosas más básicas que un gran recurso”. Desde su perspectiva, la clave está en el relacionamiento temprano y cotidiano, que permite responder ágilmente a necesidades locales y construir una red de apoyo mutuo que sostenga las relaciones en el largo plazo.

Jeannette Bahamonde.

En tanto, Jeannette Bahamonde, jefa de Relacionamiento Comunitario de Marine Farm, apuntó que la compañía estableció hace cuatro años un área dedicada exclusivamente al trabajo territorial, dependiente de la gerencia de sustentabilidad, con el objetivo de profesionalizar sus vínculos y consolidar una estrategia clara. Señaló que el proceso comenzó “realizando un diagnóstico primero, definiendo territorios, haciendo entrevistas con las personas y levantando información también dentro de la empresa”, lo que permitió identificar actores clave y diseñar hojas de ruta específicas. De este modo, Marine Farm instaló una metodología basada en mesas de trabajo y reuniones periódicas que profundizan la vinculación más allá de los proyectos puntuales.

La ejecutiva de Marine Farm resaltó la relevancia de que los fondos concursables se transformen en un mecanismo transparente y equitativo para fortalecer la relación con las organizaciones locales. Según indicó, estos fondos son “una herramienta para la vinculación y para la relación misma que establecemos con las comunidades”, ya que se desarrollan en etapas claras que incluyen lanzamiento, mapeo actualizado de actores, evaluación técnica interna y firma de convenios que comprometen a ambas partes. Añadió que el seguimiento y la presentación pública de los resultados permiten que cada organización asuma un rol protagónico y muestre con orgullo el impacto de sus iniciativas.

Finalmente, la profesional subrayó que el desarrollo local sostenible requiere alianzas amplias y permanentes entre empresa, Estado, mundo académico y sociedad civil, especialmente en territorios donde las brechas estructurales son significativas. Afirmó que Marine Farm opera en zonas donde “no sólo el Estado llega tarde. Estamos en lugares donde no hay nadie más”, lo que vuelve esencial articular esfuerzos y reconocer que la empresa puede aportar logística, apoyo y continuidad. Desde su perspectiva, la construcción de alianzas colaborativas es la vía para sostener relaciones de largo plazo y para que la industria continúe siendo la buena noticia para los territorios en los que está presente.