La importancia de abandonar antagonismos y equilibrar conservación con desarrollo del salmón

Líderes de distintos sectores coincidieron en que el crecimiento económico, y la expansión del salmón, debe ir de la mano de la conservación ambiental y el fortalecimiento territorial.
Con una convocatoria transversal y planteamientos de alto nivel, en el marco del Salmon Summit 2025, se desarrolló el panel “Cómo compatibilizar desarrollo económico y medio ambiente”. Moderado por Marcela Bravo, gerenta de Proyectos de SalmonChile, el panel reunió a figuras del mundo ambiental, empresarial, académico y público, con la finalidad de reflexionar sobre los desafíos estructurales y las oportunidades reales que presenta el sur de Chile para alcanzar un equilibrio sostenible entre crecimiento productivo, conservación ambiental y bienestar territorial.
En primer lugar, Francisco Solís Germani, director del proyecto Patagonia Chilena en The Pew Charitable Trusts, abordó la importancia de abandonar los antagonismos históricos y construir liderazgos comunes entre el desarrollo productivo y la conservación. “La idea no es generar fragmentación, sino tratar de entender la intrínseca relación entre ambas dimensiones y destacar que estas dos partes son parte de Chile. Los esfuerzos por integrarlas van a proveer riqueza y cohesión al país”, afirmó, subrayando que Chile cuenta con 88 de los 110 ecosistemas existentes en el mundo, y que las áreas protegidas deben entenderse no como un freno, sino como una condición habilitante para industrias como la salmonicultura.
Asimismo, Solís sostuvo que los servicios ecosistémicos de la Patagonia chilena —como la provisión de agua y los flujos de nutrientes— tienen un valor inconmensurable y que sostienen de manera directa a sectores productivos. “Las áreas protegidas están en la base de esta industria. Por eso es tan grave que muchas de ellas no cuenten con los recursos mínimos para su manejo, ni con infraestructura básica para un uso público o acceso real. Chile se encuentra entre los 10 países que menos invierte en el mantenimiento de sus áreas protegidas y su biodiversidad”, indicó, haciendo referencia a un reciente informe del Centro de Estudios Públicos.


Además, destacó que el capital natural se ha convertido en motivo de orgullo nacional. “Según una encuesta de Fundación Imagen de Chile, por primera vez la percepción de orgullo nacional aumentó significativamente y los dos principales factores de ese alza están directamente relacionados con el valor que los chilenos asignan a su naturaleza. Es decir, la conservación no solo cumple una función ambiental, también es un factor de cohesión social y un activo reputacional para el país”.
En esa línea, argumentó que la conservación tiene una racionalidad económica clara y cuantificable. “El 3,3% del PIB chileno proviene del turismo, y más del 60% de los visitantes internacionales vienen por nuestros atractivos naturales. ¿Qué mayor retorno que ese?”.
Solís hizo un llamado a tomar decisiones territoriales con base en la evidencia científica, considerando tanto las restricciones legales como la cohesión social de los territorios. “No podemos seguir tironeando a nuestras comunidades entre visiones polarizadas. Se requiere un plan de acción serio, ajustado a la realidad local y a las capacidades de cada zona. Y, sobre todo, entender que sin Patagonia no hay salmón, y sin conservación ni áreas protegidas saludables, tampoco habrá la Patagonia que hoy conocemos”.
Acción climática
Por su parte, Marcelo Mena —exministro de Medio Ambiente y actual director del Global Methane Hub— sostuvo que Chile ha dado pruebas de que sí es posible compatibilizar desarrollo económico y protección ambiental. “Santiago triplicó su población, pero al mismo tiempo redujo sus niveles de contaminación en un 70%. Eso demuestra que el crecimiento y el cuidado del medioambiente no son objetivos incompatibles, sino que pueden ir de la mano cuando hay voluntad y planificación”, afirmó. Sin embargo, también reconoció que en el sur del país se sigue arrastrando una deuda en materia de descontaminación, mencionando específicamente la situación de Coyhaique, Puerto Montt y Puerto Varas.
En esa línea, Mena resaltó que la acción climática ha sido un esfuerzo intergubernamental sostenido en el tiempo. “En Chile, la política climática no ha sido patrimonio de un solo color político. Desde la presidenta Bachelet hasta el presidente Piñera, ha existido una continuidad en compromisos internacionales, descarbonización, creación de áreas marinas protegidas y fomento de energías renovables. Y eso es clave, porque el riesgo climático puede afectar gravemente nuestra economía: el Banco Mundial proyecta que el crecimiento chileno podría disminuir hasta un 30% al 2050 si no actuamos”.
Además, fue enfático en señalar que varios de los problemas que ha enfrentado la industria del salmón no provienen de restricciones externas, sino de fallas internas. “Las floraciones algales nocivas, los eventos de mortalidad masiva, no son culpa de la creación de áreas protegidas. Son consecuencias de decisiones tomadas dentro del sector y también de la falta de información oportuna para evaluar adecuadamente el impacto de nuevas normativas o usos del territorio”, dijo, e hizo hincapié que el caso del parque nacional Kawésqar es un ejemplo de cómo decisiones apresuradas, sin estudios científicos sólidos, pueden generar divisiones innecesarias.
El exministro planteó igualmente que la compatibilidad entre conservación y desarrollo sólo es posible si existe información confiable. “No podemos seguir actuando desde la intuición o desde la presión. Se necesita evidencia científica que nos diga qué tipo de actividad se puede desarrollar, dónde y bajo qué condiciones. De lo contrario, se abren espacios a campañas sin fundamento o decisiones erráticas”.
Cultura ambiental
La economista y exsubsecretaria de Hacienda, María Olivia Recart, centró su presentación en la necesidad de que las empresas adopten una cultura ambiental que vaya más allá del cumplimiento normativo. “Así como la minería chilena adoptó la seguridad como un valor central que transformó su forma de operar, la salmonicultura también debe incorporar el medio ambiente como un valor intrínseco. No es un eslogan ni un ‘deber ser’, es una forma de hacer las cosas”.
Recart abordó el problema de la desconfianza público-privada, señalando que la sobre-regulación responde a un Estado que ya no cree que las empresas puedan actuar correctamente. “Actualmente tenemos una maraña normativa que ahoga el desarrollo sustentable. El desafío no es eliminarla, sino recuperar la confianza mutua. Si la norma está aquí, las empresas deben actuar más arriba, con estándares voluntarios más exigentes que los mínimos legales”, propuso, haciendo también un llamado a restaurar el vínculo con la sociedad civil mediante acciones concretas y resultados medibles.
En otro punto de su intervención, Recart criticó la incapacidad del país para planificar a largo plazo. “Venimos de industrias, como la minería, que se piensan a cien años. La salmonicultura debería tener una estrategia a 30 o 40 años. ¿Cómo imaginamos el sur de Chile en 2060? ¿Cuáles serán los problemas que no vemos hoy pero que podrían afectarnos profundamente si no los anticipamos?”, cuestionó. “Es necesario crear mesas de trabajo interdisciplinarias que incluyan a comunidades, científicos, empresarios y autoridades para diseñar visiones compartidas”.
Por último, la profesional recalcó que el desarrollo territorial no se construye desde Santiago ni desde las oficinas corporativas, sino desde el vínculo genuino con las comunidades. “Las empresas no están para hacer filantropía. Están para construir país, en conjunto con los territorios. Si de aquí a 20 años volvemos al sur y vemos que hay hospitales, caminos y escuelas donde antes no los había, será porque el sector privado decidió invertir no solo en producción, sino también en cohesión social”.
Entorno habitable
En tanto, Susana Jiménez, presidenta de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), hizo un llamado urgente a reactivar el crecimiento económico sin renunciar a la sostenibilidad. “Durante 25 años, Chile creció a tasas superiores al 5%, pero en la última década nuestra economía se ha estancado. El crecimiento es esencial porque significa más empleos, mejores salarios, más recaudación fiscal y, por tanto, más recursos para cuidar el medio ambiente y mejorar la calidad de vida”.
Jiménez valoró el rol estratégico de la salmonicultura y destacó sus avances en innovación, inclusión laboral femenina y encadenamientos productivos. “Esta industria tiene un presente robusto y un futuro promisorio. Sin embargo, enfrenta barreras significativas como la permisología, la incertidumbre jurídica, la regulación ambiental excesiva y, en algunos casos, sesgos ideológicos que desincentivan su desarrollo. Para que esta actividad pueda seguir liderando a nivel global, se necesita un entorno habilitante y reglas claras”.
A juicio de la presidenta de la CPC, la sustentabilidad no puede depender exclusivamente del cumplimiento regulatorio. “Las empresas deben demostrar que están comprometidas con estándares que superan lo exigido por la ley. Eso genera confianza, y la confianza es el pilar del desarrollo sostenible. Además, es crucial que participen activamente en los procesos normativos, legislativos y regulatorios, aportando su experiencia técnica y conocimiento de la realidad productiva”.
“Mientras Noruega proyecta aumentar su producción de salmón de 1,5 a 5 millones de toneladas, en Chile aún no hay un plan de crecimiento claro. Tenemos concesiones que podrían perderse por superposición con áreas protegidas creadas después de su instalación. Sin un diálogo abierto entre el sector privado, la academia, el regulador y las comunidades, no podremos mantener el liderazgo mundial que hoy ostenta esta industria. La hora de actuar es ahora”, concluyó Susana Jiménez.