Anuncio

Expertos advierten que la regulación de la edición genética en peces enfrenta su mayor desafío

Foto: Salmonexpert.

Durante el panel de regulación de EDIGEN, especialistas coincidieron en que el principal obstáculo para el despliegue seguro y responsable de la edición genética no es técnico, sino social y político.

Published

Aunque la evidencia científica demuestra que muchas aplicaciones, especialmente en animales, presentan riesgos mínimos o comparables al mejoramiento convencional, la percepción pública sigue marcadamente influenciada por temores históricos asociados a los transgénicos. Esto obliga a las autoridades a adoptar procesos extensos de análisis de riesgo y comunicación, incluso cuando los datos muestran que no existe un peligro relevante. La brecha entre lo que la ciencia concluye y lo que la ciudadanía cree, se ha convertido en un eje crítico para cualquier avance regulatorio.

Durante el workshop Regulatory framework for gene edited food, parte de la segunda jornada del EDIGEN, los panelistas alertaron sobre el riesgo de crear una “tercera categoría regulatoria” que termine penalizando injustificadamente a la edición genética, tratándola como una tecnología inherentemente distinta pese a que, en ausencia de ADN foráneo, sus resultados pueden ser equivalentes al mejoramiento tradicional. Esta sobrerregulación, advirtieron, podría frenar la innovación, encarecer procesos y dejar fuera de competencia a países que no logren armonizar criterios con estándares internacionales. Frente a ello, destacaron que la clave está en aplicar principios de proporcionalidad, evidencia científica clara y una comunicación robusta hacia la ciudadanía, elementos indispensables para construir legitimidad y permitir que la regulación evolucione sin quedar atrapada en el ruido político y la desinformación.

Desafíos y percepciones 

La Dra. Camila Huidobro (CERES BCA) abrió su presentación diferenciando el “riesgo percibido” del “riesgo real” en torno a los organismos genéticamente modificados. Explicó cómo el desconocimiento científico alimenta temores en la ciudadanía, pese a que la evidencia disponible muestra riesgos bastante acotados. En este contexto, subrayó una idea central. “Si hay algo que quiero que se lleven de esta charla, es que el riesgo real de los GMOs está entre bajo y medio, y depende completamente del caso. La clave no es prohibir ni aprobar en bloque, sino evaluar con rigor científico". 

Dra. Camila Huidobro.
Dr. Diego Varela.
Dr. José M. Yáñez.

En el ámbito de la salud humana, la expositora revisó tres preocupaciones frecuentes en el debate público: alergias, resistencia antimicrobiana y la idea errónea de que consumir un alimento modificado podría “modificar” a la persona. Detalló que, si bien teóricamente existen factores a considerar, como la inserción accidental de proteínas o la presencia de genes marcadores, la probabilidad real de que estos riesgos se materialicen es extremadamente baja. Además, recalcó que el avance de nuevas técnicas de edición precisa, junto con estudios detallados de proteínas y un diseño responsable de los procesos, permite reducir aún más esos riesgos.

Desde la mirada de implicancias socioeconómicas, Huidobro destacó el fenómeno de la oligopolización del mercado de semillas y productos GMO, ejemplificado históricamente en la industria agrícola. La concentración de estas tecnologías en pocas compañías ha limitado la diversidad agrícola, reducido la competencia e incluso influído en la percepción pública. A esto se suma el impacto de campañas y protestas anti-GMO, que pueden llevar a sobre-regulaciones, dificultando la innovación. Para contrarrestarlo, la Dra. Huidobro insistió en la importancia de la transparencia, la educación y la colaboración entre industria y academia como pilares para generar confianza.

También, la bioquímica profundizó en los riesgos ambientales asociados a organismos genéticamente modificados, como la posible dispersión genética o desplazamiento de poblaciones silvestres si ocurren escapes, especialmente relevante en especies acuícolas. Explicó que el impacto puede variar drásticamente según el país o ecosistema por ejemplo, la situación en Chile no es comparable con la de Noruega, donde existen poblaciones de salmón silvestre. Por ello, enfatizó que los análisis de riesgo deben ser caso a caso, considerando biología, geografía, ecosistema y las particularidades de cada modificación, siguiendo lineamientos recomendados por FAO, OMS y otros organismos internacionales.

Regulación moderna y armonización internacional

Durante su presentación “Achipia and the risk assessment process within the National Food Safety and Security System”, el Dr. Diego Varela, secretario ejecutivo de Achipia, explicó cómo los sistemas nacionales de control de alimentos deben equilibrar protección de la salud pública con la promoción de innovación y actividad económica. Recordó que gobiernos y empresas no son fuerzas opuestas, sino actores que deben operar en sinergia para garantizar alimentos seguros y, al mismo tiempo, permitir la competitividad productiva. En ese marco, destacó “No necesitamos inventar nuevos marcos regulatorios para cada tecnología; necesitamos usar la ciencia y aplicar bien las herramientas que ya existen".

El Dr. Varela profundizó en el enfoque de análisis de riesgo evaluación, gestión y comunicación del riesgo como la base que guía las decisiones regulatorias modernas. Explicó también que la evaluación científica debe identificar peligros, caracterizarlos y estimar su nivel de exposición real, para luego entregar a las autoridades una caracterización del riesgo que sirva como insumo para la regulación. Sin embargo, enfatizó que la decisión final no depende exclusivamente de la ciencia: factores culturales, económicos, políticos y de factibilidad también deben transparentarse ante la ciudadanía. A su juicio, uno de los grandes desafíos actuales es mejorar la comunicación pública, asegurando que los argumentos técnicos lleguen de forma clara a consumidores, academia e industria.

En el terreno específico de la edición genética, Varela presentó hallazgos de una publicación reciente de FAO (2023), donde se revisan las aproximaciones regulatorias de distintos países. Señaló que no existe hoy una categoría regulatoria independiente para productos editados genéticamente: las naciones los evalúan caso a caso dentro de marcos ya existentes, clasificándolos como alimentos convencionales, NOA foods o GMOs, según corresponda. Chile, ejemplificó, opera bajo un sistema ágil en el que el SAG determina en aproximadamente 20 días si un organismo editado debe tratarse como GMO o no, con la mayoría de las solicitudes clasificadas como alimentos convencionales. A nivel global, observó una tendencia creciente hacia marcos más proporcionales, como la reciente propuesta regulatoria de la Unión Europea.

Finalmente, Varela reforzó la importancia de la armonización internacional a través del Codex Alimentarius, órgano en el que participó activamente como delegado, presidente regional y vicepresidente global. Afirmó que las directrices del Codex siguen siendo plenamente vigentes para abordar desafíos regulatorios emergentes, incluida la edición genética, y que su adopción facilita comercio, transparencia y decisiones basadas en ciencia. Llamó a evitar regulaciones arbitrarias o discriminatorias y a fortalecer la cooperación entre países para que la innovación tecnológica —especialmente en naciones de ingresos medios y bajos— no quede rezagada frente a avances globales.

El rol articulador de EDIGEN

El Dr. José Manuel Yáñez presentó una visión clara sobre el momento que vive la edición génica en la salmonicultura chilena, destacando que la industria se encuentra en un “peak de expectativas” similar al que vivió la selección genómica décadas atrás, pero aún lejos de su consolidación comercial. Explicó que EDIGEN nace precisamente para cerrar esa brecha: una plataforma público-privada liderada por la Universidad de Chile que articula a instituciones regulatorias, productores, gremios y academia para discutir aplicaciones, riesgos, necesidades regulatorias y percepciones públicas. A su entender, contar con diálogo transparente y evidencia científica es clave para que Chile aproveche oportunidades sin improvisar: “Estamos en un peak de expectativas, pero todavía no sabemos cómo llevar esta tecnología a la escala comercial; por eso estas iniciativas son clave para construir puentes entre ciencia e industria".

El decano también contextualizó a Chile en el escenario global, mencionando hitos como el cerdo PRRS-resistente aprobado por la FDA, la primera tilapia editada en Brasil y la reciente opinión científica de EFSA sobre nuevas tecnologías genómicas. Estos avances, dijo, demuestran que la edición génica ya tiene impacto productivo real. Por ello, EDIGEN trabaja en prioridades para 2026: crear una asociación internacional de edición génica en acuicultura, proponer lineamientos para autoridades, elaborar documentos de evaluación riesgo-beneficio y establecer capacidades de investigación precompetitiva en Frutillar. El objetivo es que Chile avance con responsabilidad y competitividad, evitando quedar atrás en una tecnología que ya está transformando la acuicultura mundial.

El panel de regulación abordó las tensiones entre la evidencia científica, la percepción pública y las decisiones políticas que moldean cómo los países evalúan la edición genética y otras biotecnologías emergentes. Los panelistas coincidieron en que, aunque en muchos casos los riesgos reales son mínimos —especialmente en animales, donde no existen antecedentes de peligros alimentarios derivados de programas de mejoramiento—, la ciudadanía no siempre comparte esa percepción. Esto obliga a las autoridades a seguir procesos formales de análisis de riesgo, aun cuando la caracterización inicial indique que no hay peligro relevante. Se insistió en que saltarse etapas o comunicar solo conclusiones técnicas suele generar desconfianza: la transparencia y el orden metodológico son tan importantes como la ciencia misma para sostener decisiones regulatorias.

El debate también evidenció preocupaciones sobre evitar que la edición genética quede atrapada en una “tercera categoría” regulatoria más exigente que el mejoramiento convencional, pese a que muchas aplicaciones no incorporan ADN foráneo y no presentan riesgos diferenciados. Algunos expertos señalaron que, si se exige análisis adicionales sólo por el uso de una tecnología específica, se termina desincentivando la innovación sin un fundamento científico claro. Sin embargo, otros llamaron a no descuidar riesgos ambientales o de introducción de especies, recordando que el análisis de riesgo no debe centrarse únicamente en seguridad alimentaria. El término del encuentro coincidió en que la clave está en aplicar principios comunes —proporcionalidad, evidencia, comunicación clara— y en reconocer que la política y la percepción pública influyen cada vez más en la regulación de tecnologías emergentes.